Mis cuentos son cuentos deshilachados y flojos. A veces ni son cuentos, ni son historias. Son tal vez recuerdos de algunas infancias que he visto pasar. Aún no tienen estilo, ni identidad. No estoy segura si alguna vez la tendrán, pero guardo mis hilachas en la memoria para cuando aprenda a coser bien. Dejo que las letras jueguen como ellas quieran, que nazcan y se mueran, que busquen rimas imposibles, destempladas y fofas, hasta que puedan contar graciosamente que “había otra vez”.
jueves, 24 de abril de 2014
El lector de pinturas y los cuentos en el arroz
Ismael es uno de los primos preferidos de Salomé. Nació en la ciudad de las flores. Desde muy pequeño le gustaban los carros igual que a su abuelo y a su papá. En los cumpleaños casi todos le daban carros y motos de todos los colores y todos los tamaños. Hasta la abuela Necho le compró un día un enorme camión. ¿Sería verde o amarillo? Habrá que buscarlo en los tarros de las fotos viejas o en las memorias del computador.
El hada sabía que él era un ser muy especial, porque se le podía llamar con el pensamiento y él, que siempre estaba pensando, ahí mismito lo encontraba a uno para conversar. Es por eso que ese día, él se las encontró jugando a buscar los cuentos debajo de cada rincón. Aprovechó para saludarlas. ¡Hola Salo; cómo está señora hada¡ Y ya saludadas, a ambas les preguntó: ¿Les pasa algo? ¿Por qué esa cara de preocupadas? Salomé le contó todo con mucho detalle y él se sonrió despreocupado. Tranquila Salo que yo sé dónde están algunos cuentos deshilachados.
Cuando yo era más chiquito, pero mucho, mucho, mucho más chiquito, mi tía Marta me enseñó a ver los cuentos de los cuadros. Jugábamos a imaginarnos qué pasaba en las pinturas que encontrábamos en los cuadros. Puede que se hayan metido todos en los cuadros de las casas, los museos o las iglesias... que se hayan ocultado y por eso no los pueden encontrar.
Aunque esperate un momentico que me acabo de acordar que cuando me yo no quería comer me contaban cuentos de aviones que volaban y trenes que entraban por el túnel de la boca. Así me comía la comida. Puede que haya cuentos colgados en las cucharas o escondidos debajo de la sopa, hasta que uno la logre terminar. Si quieren yo les ayudo a buscar. Es muy grave que no encuentren los cuentos, porque así mismo se perderán las novelas y las poesías y se irán borrando todos los libros escritos. Con razón Nico lloró.
El hada estaba fascinada. Nunca pensó que también los cuentos se ocultaran en las sopas y menos en el arroz. Cuando volviera a casa les contaría a sus amigas lo que había descubierto.
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A los protagonistas les ha gustado mucho el cuento... igual se quedaron pensativos porque no han podido encontrar los cuentos...
ResponderEliminary se nos ocurrio una idea:
Que tal que algunos se hayan escondido dentro de los lápices y colores, esperando que alguien los pueda contar y dibujar para cobrar vida!!!
Y a lo mejor los protagonistas se puedan soñar con sus cuentos como emprender la travesía que los llevará hasta la plaza azul de Tutierra e imaginar como será esta.
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