martes, 15 de julio de 2014

Una pérdida de tiempo

Cuentan que el tiempo en vez de crecer, se va volviendo cada vez más y más chiquitico, hasta que ya casi nadie puede encontrarlo.
Sólo los bebés nacen, con un gran puñado de tiempo. Lo emplean para ver, oír, tocar, oler, comer, moverse, dormir, hablar y jugar. Así se pasan días y días colmados de tiempo con tiempo. De ahí... tanto aprendizaje de humanidad y sociedad. Cada bebé tiene tiempos tan, pero tan intensos, que aprenden en los primeros años de vida, lo que costó miles de años aprender a la humanidad.
Saber del otro, del afecto, de las cosas, del espacio, de las relaciones, de la vida toda; nombrarse y nombrar el mundo, e incluso, crear mundo... es algo que lleva tiempo..
Pero con el tiempo, el tiempo se va perdiendo. Ni los gallos, ni las campanas, ni los relojes de arena, de sol, mecánicos o digitales, pueden dar cuenta del tiempo que se va.
Tal vez el juego y el arte lo pueden atrapar. O quizás también la enfermedad, el dolor, el miedo, la amistad o el amor lo puedan por un tiempo "recuperar".

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