miércoles, 6 de agosto de 2014

Lágrima suelta

Le llamaban "lágrima suelta" porque lloraba, lloraba y lloraba sin parar. Nadie entendía bien por qué pasaba esto, ni siquiera su tía, que había llorado muchos días con sus noches como de nunca acabar.
Por lo que se sabía, la niña no tenía hambre, ni frío, ni dolores visibles. Algunos adultos pensaban que era una mezcla extraña de mimos con rebeldía. Otros se burlaban al ver cómo se engordaban las lágrimas en sus ojos, pues parecían globos a punta de explotar.
Ella decía: "no me digan lágrima suelta".
Y un día, estaba tan molesta con todos esos adultos que no la dejaban llorar en paz, que dijo: "con ustedes... no volveré a llorar".
Entonces las lágrimas se fueron poniendo flaquitas y se le entraron por sus ojitos de niña buena y al parecer esas lágrimas errantes y gordas, muy pocas veces han vuelto a brotar.

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