miércoles, 14 de mayo de 2014

El tren con los cuentos cantados

Los cuentos contados por las canciones decidieron tomarse un buen día de descanso en su tarea diaria de cantar y contar. Ninguno era un cuento deshilachado.
Querían conocer el tren y viajar por los siete minutos oscuros del túnel de la Quiebra. Entonces comenzaron a reunirse en las hermosas bancas de la estación, en pleno centro de la ciudad.
Las primeras en llegar fueron doña Rosario, la negra Celina, Alicia adorada, Matilde Díaz, Carmentea, Maria Antonia y la negra Tomasa. Eran viejas amigas y les habían cantado a abuelos, papás y amigos, en los trapiches, cocinas, parques, caminos y hasta en las plazas; todas sonaban en casi todas las radios.
¡Cómo llegaban de canciones! decían algunos viajeros que también esperaban.
Los cuentos cantados fueron comprando tiquetes de embarque y lentamente se fueron montando.
En el primer vagón decidieron estar las canciones con nombre de mujeres. Conocían pocas canciones con nombres de hombres y por eso, si alguno por equivocación se montaba allí, lo dejarían pasar para preguntarle, por qué pasaba eso en la música colombiana. Aunque después lo pensaron bien y se acordaron de Moralito, Francisco el hombre y el compae Chipuco. Decidieron entonces no declarar el vagón como el de las canciones de nombres de mujeres para no equivocarse. No sabían con qué podrían encontrase entre tanto y tanto cuento cantado.
En el vagón amarillo se montaron las canciones más bullosas y estruendosas. Se sabían escuchadas en todos los rincones y en cualquier época del año. Había cumbias, porros, paseos, sones, vallenatos, salsas y cada vez se armaban más y más cumbiambas. ¡Qué tremenda parranda! Sonaron los tambores, las trompetas, las flautas de millo, los acordeones y las maracas.
Cuando comenzaron a cantar Yo me llamo cumbia los cuentos cantados se levantaron para iniciar la danza. Entonces vistieron su "pollera colorá", salió la negra a prender la vela y rieron al recordar el día en que "Moralito" se negó a hacer parranda. Era tanto el escándalo en este vagón que en el camino, el tren a ratos paraba. Brindaron por Lucho Bermúdez, por José Barros y su Piragua. Por Totó la Momposina, por Vives y por todo el que puso voz y música para iniciar sus danzas. La cumbia gritaba: ¡Denme un sí, denme un sol! y el vagón completo gritaba y gritaba.
No se sabía de dónde salían tantos y tantos cuentos cantados.
El vagón verde estaba un poco más vacío porque sólo estaba la música de semana santa. Al bambuco le dio tristeza. Llamó al pasillo y a sus amigas verdes de la montaña. En silencio recordaron a los abuelos, los sauces, los guaduales y las acacias.
Los cuentos de las canciones infantiles corrían de arriba para abajo en el vagón azulconblanco. Ni el negro Cirilo, ni Sammy el heladero, ni siquiera la bruja loca, pudieron contener tanta alegría por el paseo con los demás cuentos cantados. Las rondas jugaron el buen duque Juan, mientras el elefante se balanceaba. Federico y su mujer repartieron arroz con leche y café, porque a la iguana eso era lo que le gustaba. Elena la ballena bailó con la serpiente de tierra caliente, el coco-coco-codrilo y el osito de lana.
Y en el último vagón, en el rojo de pepitas blancas, iba el señor don Piero cantando su sinfonía de los animales, junto a JaraCuentaCuentos y María Elena Walsh con Manuelita, sus títeres y su gatopato.
Y así...rondas, cuentos, canciones y adivinanzas, saltaban, jugaban y disfrutaban.
Esa es la historia iniciada del paseo, de algunos cuentos cantados.

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