lunes, 5 de mayo de 2014

Cuento flojo de juegos y juguetes

Si los juguetes pudieran despertar de tanto olvido, convocarían a los juegos más queridos y a los recuerdos más alcolchados de la infancia.
Volvería a levantarse el enorme lazo de saltos hasta cien, con el reloj de Matusalén. Las ollas de los sancochitos revivirían entre el árbol de Lorenzo, el bombero regañón, y el alto tubo de la esquina, sonaría de nuevo apurando entre piedra y risas, el enorme carrerón.
Crujirían el carro de rodillos, la patineta azul y la rosada; rodarían de nuevo la bicicleta y el balón; y girarían sin parar el yoyo, el trompo, el toma-todo, la hula hula o el crayón. Subiría y bajaría la pirinola y se escondería otra vez el anillo para que no lo encontrara su "taita Javier". La "estatua" se desparalizaría para siempre, para correr desenfrenada junto al gato y al ratón. Todos jugarían pañuelito con "Teresa la condesa, tipitipi, tipitón".
Las cometas subirían a los zancos, brincarían en canguros y bajarían raudas trepadas en un cartón.
Blanca Nieves con sus siete enanos se negaría de nuevo a hablar con los romanos. Volvería a andar la diligencia, el carro y el tren con su vagón.
Y la cajita de música mostraría su brillante espejo con rodillos musicales. Volvería el olor de la maleta y sus coloridos números desordenados y desiguales. Olería a lápiz nuevo, a uniformes, a amistad... a "patio-salón"; después de cada juego también se convocaría al sabor, y entonces, aparecerían de nuevo las "solteritas", el cofio, el minisigüí, las velitas con coco, los recortes, la aguapanela y la agradable leche con su nata y su calor.
Volverían también las viejas tapas con cera y números, las bolas de cristal, el turro de la goloza, los sonajeros y los secretos en el cajón.
Los símbolos de hermandad y de amistad jugarían con alegría entre las identidades y las edades, sentados juntos en la banca hermosa de los cuentos dominicales.
Si los juegos pudieran volver desde la honda distancia del olvido, renacería por una vez más la banda musical de los retazos; se escucharían armoniosas las estruendosas tapas, los baldes, los molinillos, las cucharas, las maracas y los tarros. Y entonces... cinco hermanos volverían a estar bajo la mirada adivinadora y amorosa de su madre.

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