Mis cuentos son cuentos deshilachados y flojos. A veces ni son cuentos, ni son historias. Son tal vez recuerdos de algunas infancias que he visto pasar. Aún no tienen estilo, ni identidad. No estoy segura si alguna vez la tendrán, pero guardo mis hilachas en la memoria para cuando aprenda a coser bien. Dejo que las letras jueguen como ellas quieran, que nazcan y se mueran, que busquen rimas imposibles, destempladas y fofas, hasta que puedan contar graciosamente que “había otra vez”.
martes, 29 de abril de 2014
El contador de chistes
Juancho era el contador de los chistes más flojos y desmechados. Cada domingo, después del almuerzo familiar, aprovechaba que todos estaban reunidos para parar a la audiencia con un "les voy a contar un chiste". Todo el mundo se miraba y pensaba ¿con qué irá a salir hoy?
Y empezaba a contar los chistes más flojos que se hayan podido inventar. Cuando él terminaba miraba seriamente a uno por uno esperando la risa. Y sus chistes eran tan tan flojos que daban mucha, pero mucha risa. El contador de Micoloco le decía: "Juanchoooo... ¿no te da pena contar esos chistes tan malos? y Juancho se reía y se reía y volvía a empezar.
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