jueves, 24 de abril de 2014

Convocatoria mundial

Un día cualquiera apareció en internet una extraña convocatoria dirigida a todos los cuentos deshilachados del mundo, para asistir a la Plaza Azul, del país conocido como TUTIERRA, en las horas de la tarde, de un día gris-lluvioso-.
Alguien se había tomado el trabajo de convocarlos por varios medios virtuales, pero nadie supo bien quién fue. La fecha no estaba definida aún. Sólo se sabía que sería un melodioso día gris-rayi-lluvioso.
Los cuentos deshilachados delas zonas más lluviosas del plantea, se alegraron al saber que no eran únicos, que había más cuentos parecidos a ellos en el mundo y que pronto estarían juntos compartiendo sus historias truncadas. Que un día de lluvia era bastante común y por tanto, presumían, no tendrían que esperar mucho para esta maravillosa reunión. Creían que la fecha estaría bastante cerca.
Los de las zonas secas y semi-secas se pusieron en cambio muy tristes, por no decir, enojadas. ¿Cómo podrían saber cuándo asistir si en sus tierras no llovía casi nunca? Los más cercanos decidieron escribirle al desconocido de internet para exigir un cambio en las indicaciones climáticas del encuentro. El desconocido pensó que tenían razón y fue más explícito que en su primera publicación. Propuso por fecha el próximo 1° de abril porque en abril se les alborota el corazón a los poetas, que son los vecinos más queridos por los cuentos deshilachados.
Todos estuvieron felices y de acuerdo. Acordaron que fuera como fuera, todos llegarían a la una en punto.
Fue así que en todos los pueblos del mundo vieron partir cadenas interminables de cuentos deshilachados; algunos iban por aire, otros por mar y otros por tierra. Los más astutos, para no andar demasiado, se metieron ocultos entre los libros de los viajeros, o entre los juegos y las risas de los niños en los parques, o en el rincón preferido de la casa de algún adulto que amaba contar cuentos completos. Así no se gastaban de andar y andar y podían mirar y aprender, para poder crear.
Hubo cuentos que pasaron por la Plaza Roja de Moscú, otros por la Casa Rosada en Argentina y otros por el río de los siete colores de Caño Cristales en Colombia. Ningún cuento había estado jamás en TUTIERRA.
Se rumoraba que su plaza era tan hermosa que, ni el azul del mar, ni el del cielo, ni el de las plumas, ni de las flores, se comparaba con su belleza. Sin embargo, también se había difundido el rumor de que allí nunca hubo cuentos deshilachados, ni quebrados, ni rotos, ni completos, ni peregrinos. Por eso era una hermosura incompleta.
¿Qué podrá pasar en esa reunión mundial, cuando todos los cuentos deshilachados se reúnan?
Tantos cuentos visitando lugares tan hermosos… ¿cuánto tendrán para decir? ¿Cómo se organizarían para tomar la palabra? ¿Qué tendrá organizado el desconocido de internet? Y a propósito… ¿el desconocido será un niño o será un adulto? ¿Por qué sólo llamaron a los cuentos deshilachados? Estas y muchas otras preguntas las iban pensando los cuentos viajeros mientras andaban.
Y una noche, debido a una estruendosa fiesta del día de los muertos en México, donde abundaban la pólvora y los dulces, llegaron sin querer más de 1.000 cuentos que iban de paso para su ansiada reunión. Allí se toparon con los cuentos peregrinos, pero no les dijeron nada, porque ellos sabían que los peregrinos eran bastante famosos porque un Nobel los había escrito y miles de grandes y niños los habían leído y contado.
En cambio ellos, estaban al comienzo de todas las narraciones y nada más. Les daba un poco de vergüenza ser tan deshilachados. Nadie los acababa nunca. Los dejaban suspendidos o tirados en el centro de un tiempo inmaduro e inacabado. Los niños lo hacían menos que los adultos pero al fin y al cabo, también los abandonaban y de tanto esperar su final, estos cuentos se iban entiritando.
Dicen que llegó el día que se vieron ríos y ríos de cuentos deshilachados, atravesando caminos, resistiendo con silencio los peligros que se les presentaban y encontrando historias que nunca nadie había querido contar.
Y como ya no tenían a nadie que los contara, comenzaron a contarse entre ellos mismos y así se alimentaban de palabras, fantasías, nuevos comienzos… aprendieron a reírse de sí mismos, a sorprenderse con sus propias historias, a llorar por sus desgracias parecidas o inventadas, y casi todos por primera vez, amaron no tener “el colorín colorado, este cuento se ha acabado”, porque descubrieron que antes de cualquier colorín, siempre podrán ser inventados de nuevo.

1 comentario:

  1. Me muero por saber que cara ponen los cuentos al llegar a Tutierra porque se que ese es un lugar maravilloso.

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