martes, 29 de abril de 2014

Irma la muñeca

Cuentan los cuentos de una niña callada, que Irma era una muñeca grande que olía como sólo huele una muñeca nueva en la maravillosa infancia.
Tenía cabello café de pasta, siempre quieto, siempre peinado; como una reina o una modelo de revista de figurín prestada. Sólo se comparaba con la hermosa y pequeña muñeca negra, que habitaba en los brazos de Lucero, la hermana. Era tan bella como Irma. Parece que se llamaba Nuri... Ambas no hacían otra cosa que dejarse cargar suscitando historias de maternidades aún no exploradas.
Un día, quizás a través del anual nacimiento del Niño Jesús, llegó Blanca Nieves (igual de pasta rígida y quieta, pero colorida como un mural de Pedro Nel Gómez); y llegó triunfal con sus siete enanos. ¡Eran hermosos! ¡Olían delicioso! Y en las tardes bajaban de la radiola de teclas donde usualmente se montaban.
Y entonces... un día, después de la llegada de Blanca Nieves, Irma desapareció. Se fue. ¿Qué pasó con ella? También ese cuento se deshilachó.
¡Quién sabe...! A lo mejor se fue llena de tristeza al oscuro cuarto de atrás de nuestra casa. Sólo vuelve de vez en cuando en fotos grises y blancas la muñeca querida y olvidada.

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