lunes, 28 de abril de 2014

El legendario MICOLOCO

A todas estas, mientras los cuentos andaban y andaban desde todos los lugares del mundo, un cuento cortico creyó ver al legendario Micoloco descansando en una enorme casa de campo que parecía la cola de una estrella fugaz. No lo podía creer. ¿Será verdad que yo tan cortico lo haya encontrado? Resuelto a no quedarse con la duda tocó a la puerta pero nadie le respondió.
El radio que estaba prendido dando las noticias se quedó en silencio de un momento para otro. Quizás alguien lo apagó. Parecía que nadie respiraba adentro. Ni siquiera se escuchaba afuera la brisa cantarina que elevaba cometas en esos meses del año.
El cuento cortico, extrañado, volvió a tocar. Se asomó por las 16 ventanas abiertas y no vio nada, excepto claro está, los muebles color arco-iris, una colección de flores nacidas exclusivamente bajo los puentes imaginados por Micoloco y muchos picos de gallinas enmarcando pinturas de extrañas hazañas de guerras imaginarias, y cuentos contados una y otra vez, y siempre una vez más.
¡Qué raro! Pensó el cuento cortico. De acuerdo a los datos que tengo, hay muchos indicios de que éste sea el paradero final de Micoloco. Pero... ¿cómo saber si era él? Tenía entendido que realmente nadie lo ha visto tal cual es. Sabía de las gallinas, de los puentes, de las guerras, del valor incomparable de Micoloco, pero no sabía más.
O tal vez si... Hace muchos años, una mujer le había dicho que desde el lugar de cada cuento contado, recordaba la imagen de unas rodillas muy cerca a las suyas, un palillo o un espartillo en la boca y una risa estruendosa cuando aparecían las preguntas ineludibles de un... "¿y entonces... qué pasó?". Ahí fue donde el cuento cortico, descubrió que todas las materas de esa enorme casa, estaban sembradas de palillos como si fueran la cerca de un minipaisaje ideal.
Ese día, el cuento cortico tomó la decisión de no asistir a la reunión mundial de cuentos deshilachados y se quedaría buscando la imagen del cuento legendario en el corazón familiar.

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