lunes, 15 de septiembre de 2014

Carlitos el osito mexicano

Un día, después de volar más de 10 horas en un avión desde México hasta Colombia, llegó un osito de gorra y chaleco. Era el más grande y elegante que se conocía hasta entonces.
La abuela se los había comprado a sus primeras nietas de acuerdo al tamaño de su amor. No calculó que sería un osote comparado con el cuerpo de las niñitas. A ellas, claro... no les importó. Al contrario pronto se enamoraron de su osote y lo llamaron Carlitos.
Tenía un puesto privilegiado en la habitación de las niñas gemelas, en medio de una gran repisa de madera que mandó a hacer el abuelo para alojar tanta muñeca que les regalaban a montón.
Al despertarse, las niñas veían los móviles de pollos de colores y pulpos de lana sin crochet que su tía Marta les había hecho sin saber. Pero a medida que pasaba el tiempo, Carlitos se ponía muy celoso de los demás juguetes. Sabía que era el más hermoso. Ni el payaso, ni las muñecas, ni Blanca Nieves con sus siete enanos le podían competir. Entonces la abuela lo subía a la cama de las niñas y ellas le hablaban como se le habla a los amigos en la infancia.

2 comentarios:

  1. De verdad tus palabras escritas son máquinas del tiempo porque nos llevan al pasado y podemos ver esos distintos colores, sentir el olor de la infancia, el frío del piso y su humedad contrastada con el calor, porque las tardes de la infancia siempre tienen calor y mucho sol.

    Que regalo tan grande me estas dando tía Marta, yo al menos soy la que más lo disfruto y está tarde les leo a mis hijos algunas de sus historias!

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  2. Carlitos fue uno de esos regalos hermosos de la infancia que se disfrutan a cada momento. Gracias tía por traer a mi mente tan hermoso y especial recuerdo.

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