martes, 16 de septiembre de 2014

Las animalcancias

Los animalcancías guardan las monedas en sus barriguitas de barro. Cuando ya no les caben más monedas doña Milinda las saca con cuidado para no dañar su apariencia de animalitos.
Cuentan que el primero en llegar a la finca fue el cerdito panzón. Después lo hizo la vaca pinchada. A ella se sumó un toro gruñón y después la tortuga enamorada.
Siempre estaban al sol, en la grama como en una granja privada. Pero los fuertes rayos del sol sus caritas les quemaba y por eso se iban poniendo feitos, feitos y ya casi nadie los miraba.
Así que un día de vacaciones, Salomé llegó desde Bogotá, para pintarle un vestidito de pepas blancas al pobre cerdito panzón. Trabajó pintando todo el día y Nico también pintó. Era muy chiquitín. Cuando se volvieron para su casa desafortunamente el cerdito se enfermó. Doña Milinda llamó a Salomé y ella juiciosamente le recetó.
Un poco después la vaca pinchada se quebró. Ay Dios... qué vamos a hacer....
Se hizo un hueco grande en sus cachos y en su cola, y hubo que llamar de urgencia a los niños para que dijeran que había que hacer con esa vaquita que se le veía el revés. De inmediato ellos contestaron: ¡tranquila que la vamos a operar! Y así fue. Cuando vinieron de Bogotá la operaron con cinta de enmascarar. La vaca se recuperó pero estaba fea, triste y desteñida. Por eso Dani y Yuly dijeron... a la vaca y al toro los tendremos que pintar. Entonces comenzaron a pintar, ya no con manchas de vaca, ni de toro sino con figuritas de trapitos de asolear. Les pintaron zapaticos, pestañitas y grandes labios de coral.
Al toro gruñón le pusieron cola de tigre, morro de cebra, patas moradas y azules y en su pecho una bola llena de rojos corazón. Quedó demasiado bonito. Los demás cerditos también dijeron: Una pinturita les pedimos por favor. Así quedó la granja de animalcancías hermosa y decorada, como para un fiestón.

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