Mis cuentos son cuentos deshilachados y flojos. A veces ni son cuentos, ni son historias. Son tal vez recuerdos de algunas infancias que he visto pasar. Aún no tienen estilo, ni identidad. No estoy segura si alguna vez la tendrán, pero guardo mis hilachas en la memoria para cuando aprenda a coser bien. Dejo que las letras jueguen como ellas quieran, que nazcan y se mueran, que busquen rimas imposibles, destempladas y fofas, hasta que puedan contar graciosamente que “había otra vez”.
martes, 9 de septiembre de 2014
La dualidad del sueño
La abuela mayor, que tenía nombre de ronda infantil, contaba que a cierta edad, al sueño de las noches, le gusta partirse en dos. Ella acostumbraba dormirse muy temprano.
Quizás porque en el primer sueño podía soñar cosas donde los tiempos se tejen desde el presente inmediato, con los pasados que nunca pasan y los futuros lejanos. Sabía que las pesadillas se nutren de la fuerza implacable de los recuerdos más cercanos, pero prefería eso a no tener todos sus sueños despiertos cuando cerraba sus ojos y dormía sus sobresaltos.
Se llamaba Teresa. Era tal altiva que parecía una "condesa". Teresa la condesa, amaba los primeros sueños porque la descansaban. Los segundos en cambio eran implacables ya que le anunciaban la pesadez de las tareas diarias. Mezclados con el rocío del amanecer jamás los sueños segundos fueron preferidos por la abuela amada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Aunque no desaprovechaba ni un ratico para echarse un sueñito diurno que en muchas ocasiones le sentaba muy bien.
ResponderEliminar