miércoles, 17 de junio de 2015

Una navidad para coser (Cuento de navidad 3)

Diana llamó a la modista para coser un cuento. En pleno junio, quiso un cuento de navidad. La modista le dijo que si, que tenía una manojo de recuerdos deshilachados, que pronto se pondría a coserlos para que su deseo pudiera conjurar. Y así culminó entonces una serie de tres cuentitos medianamente cosidos, que tenían por fin salvar de cualquier posible olvido las experiencias más hermosas e íntimas del sentimiento de la hermandad.
Y fue así que con los años la familia creció y con ella crecieron los encuentros, las risas, los pesebres, los árboles, los regalos o aguinaldos y las cenas de navidad.
Cinco hijos, ocho nietos, cuatro bisnietos y medio, cuñadas y cuñados, esposas o esposos de nietos y bisnietos. Novios y novias que van y vienen o que se van para nunca retornar. Una gran familia conservando juntos el corazón inmenso de los sueños de la navidad.
Ya no están en carne y hueso la abuela Teresa, Ester, Fabio, Necho, Claudia o Trina; pareciera que ya no están tan cerca para acompañar la navidad. Pero eso es falso, porque cuando la gente muere, se transforma en experiencia interna, que lo habita a uno a cada instante, y eso no tiene un nombre, que lo pueda revelar.
Claro que aún quedamos muchos y entre todos nos aprendimos a abrigar.
Ahora hijas mayores y menores junto a las primeras nietas en llegar, se proponen cada año invitar a las familias de primos y primas con sus respectivos hijos más sus abuelos, con hojuelas, dulce de coco y natilla para comenzar. Entonces la música se enciende. El árbol verde grande hay que decorar. Las mil luces deben enredarse, antes de que empiecen destellantes a iluminar. Se ensaya en qué lugar cada cosa va a quedar, y un enorme pesebre, un árbol y como cien mil adornos, la casa paterna se empieza a engalanar.
¿Eso no es mucho? pregunta Cuty cada año. Todas responden ¡y eso que falta más!
Inútil sería un concurso de amor por la navidad, pues cada uno tiene su historia viva, llena de dulces recuerdos con el regalo de ser familia en pleno, eso todos lo saben, con absoluta claridad.
No importa si empiezan un mes o dos antes, si prenden cien faroles, si de techo a piso cubren la casa de adornos, si hacen villas y ponen trenes, si prenden luces de finca o elevan globos, si sólo música de diciembre, si sacan de nuevo la lora tadina, para todos... eso es la navidad. Y cada año se escribe una nueva carta, pidiendo a dios niño, desde el más oculto secreto, nuevos regalos imaginados, porque "me he portado bien y he rezado mucho durante toda la navidad".
20 años quizás cumple un pesebre enorme en el parque de la Castellana. 20 años o toda una vida de acompañar al papá-abuelo que no cesa de jugar, con su alma limpia de niño y su ilusión intacta, como quizás la abuela Isabel le enseñó, 84 años hacia atrás.
Una mamá con un sombrero verde de duende de navidad, bufanda a cuadros roja-y-verde y una sonrisa abierta de par en par, sabe que esposo, hijos (as), nietos (as), bisnietos (a), hermanos (as), amigos(as), familia toda, en cada navidad encienden vivo su recuerdo esos mismos que mantienen intactos durante el resto del año sin declinar.

1 comentario:

  1. Maravillosa modista tengo para mis deshilachados e inmortales cuentos de Navidad. Gracias tía por inmortalizar tan hermosamente estos cuentos de una familia que por generaciones conserva toda esta magia.

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