miércoles, 1 de octubre de 2014

Conversación entre juegos ancianos

Una tarde iban varios juegos sabios perdidos por el camino café de los recuerdos. Eran juegos muy viejos, con memorias tan grandes como sus olvidos ancestrales. Juegos usados en múltiples infancias por varias generaciones de hijos con hijos, y otros tantos, por hijos sin hijos para siempre.
Al cabo de un rato, uno de ellos susurró: He estado pensando que juego y espacio y tiempo son casi lo mismo.
¿Por qué dices eso? preguntó el juego de las aventuras de intimidad.
Pues tú lo debes saber mejor que yo. ¿Acaso no te han jugado al placer o al displacer, al amor y a la guerra, a la muerte sin muerte, al tiempo eternamente renovado, a la vida o a la ilusión? ¿Acaso no te han repetido una y otra vez de muchos modos, con la misma fuerza y la misma emoción?
Claro que si. Y me juegan además con los objetos. No sólo he sido tiempo sin tiempo, espacio sin fin, un aún para todas las experiencias, sino que también he sido objeto (s). Todo en la intimidad es susceptible de volverse juego-tiempo-espacio o de transformarse en juguete-objeto-tiempo.
Y entonces el anciano juego de los juegos por imaginar dijo con voz resonante: A través de los siglos he visto niños, adolescentes, adultos y ancianos, volver con cualquier pretexto a las fantasías y la imaginación, como parte de su acción creadora. Para jugar han necesitado poco y mucho, porque nadie sabe realmente cuánto debe invertir de deseo (s), cuánto de afecto (s), cuánto de historias personales y grupales, cuánto de mundos hechos y conocidos o mundos por hacer y conocer. La imaginación se nutre de todo esto anudando y causando, tiempo-espacio-objetos, para sus juegos venideros con la razón.

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