jueves, 30 de octubre de 2014

Las tizas

Que hermosos los trozos de tizas de los tableros negros o verdes pintados. Tizas blancas, cuadradas o redondas, de colores, de muchos colores, al parecer, totalmente gastadas. Cuántas palabras quedaron no escritas, cuantos dibujos, mapas, geometrías o fórmulas, nunca pudieron ser borradas, cuántas se quedaron atrapadas en esos pequeños segmentos de tizas, huérfanas de maestros y alumnos, o presas de jugadores con sus tapas emparafinadas.
Que polvillo invasor, amante de los uniformes, las manos, el cabello… hubo en cada niño y niña de los tiempos de antaño, pero también que polvillo abrazador para ocultar las manchas de los relucientes tenicitos blancos.
Quien no robó una tiza en su escuela o su colegio, quien no trazó golosas en las calles, un, dos tres, camino al cielo, y vuelva a empezar el juego como si nunca hubiera estado antes. Quien no jugó a la escuelita en su tablerito enano, acompañando las tizas de reglas y borradores bien dispuesticas en sus dos manos, para jugar el juego de la docencia, ante los alumnos vecinos o los alumnos hermanos.
Qué lindas son las tizas que escribieron tantos aprendizajes.

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